
Como otro día, Marco se levanta nuevamente.
Carga con el peso de sus parpados y el edor de la noche calurosa en su cama.
Marco, como otro día, desayuna en la mesa, junto a sus padres y hermano; un desayuno sin lengua, sin oidos; silencioso como la muerte tal. Pero Marco no se queja de ese silencio, está acostumbrado, no le hace daño. Es culpa del sueño.
Pasan veinte exactos minutos, y Marco sube al auto; bolsas, mochilas, papeles y comida, cuelgan de sus brazos; un audifono en su oreja izquierda, y un anillo en cada anular. Y como otro día, Marco sube al auto en silencio.
Recorre un largo viaje, en el silencio de las bosinas que no dicen nada, y de los ruidosos semaforos callados.
Llega a su destino, y se despide en silencio; un beso callado, una palmada en el hombro, una mirada por el retrovisor; Marco deja el auto.
Como otro día, Marco se sumergue en lo poco y nada del silencio de su escuela; corre, grita, besa y abraza.
Marco pierde la mudez, Marco habla y rehabla. Se siente vivo y ruidoso.
Pero como otro día, Marco debe volver a casa. Al silencio de su casa.
2 comentarios:
jajajajaja,
ya en verdad y no se po.
se feliz, me gusta lo que escribiste.
pero no tanto
es ocmo que tiene algo
peor nad.a
es raro, y no se po, nos vemos mañana no ando como con capacidad de redaccion
jajajajajajajjajajaja :P
que estes bien mister.
GG
jajajaa chaooo
shhh eso lo dice todo
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