lunes, 9 de abril de 2007

Silenciosa rutina.


Como otro día, Marco se levanta nuevamente.

Carga con el peso de sus parpados y el edor de la noche calurosa en su cama.

Marco, como otro día, desayuna en la mesa, junto a sus padres y hermano; un desayuno sin lengua, sin oidos; silencioso como la muerte tal. Pero Marco no se queja de ese silencio, está acostumbrado, no le hace daño. Es culpa del sueño.


Pasan veinte exactos minutos, y Marco sube al auto; bolsas, mochilas, papeles y comida, cuelgan de sus brazos; un audifono en su oreja izquierda, y un anillo en cada anular. Y como otro día, Marco sube al auto en silencio.


Recorre un largo viaje, en el silencio de las bosinas que no dicen nada, y de los ruidosos semaforos callados.

Llega a su destino, y se despide en silencio; un beso callado, una palmada en el hombro, una mirada por el retrovisor; Marco deja el auto.


Como otro día, Marco se sumergue en lo poco y nada del silencio de su escuela; corre, grita, besa y abraza.

Marco pierde la mudez, Marco habla y rehabla. Se siente vivo y ruidoso.


Pero como otro día, Marco debe volver a casa. Al silencio de su casa.


2 comentarios:

Unknown dijo...

jajajajaja,
ya en verdad y no se po.
se feliz, me gusta lo que escribiste.
pero no tanto
es ocmo que tiene algo
peor nad.a
es raro, y no se po, nos vemos mañana no ando como con capacidad de redaccion
jajajajajajajjajajaja :P
que estes bien mister.
GG
jajajaa chaooo

martina p.r. dijo...

shhh eso lo dice todo